Ensayo. La epidemia de las grietas

 Por: Sofía De la Peña

Urbano 
Técnica: Acuarela
Autor: Octavio Gil  octaviogil28@gmail.com tel: 2711902056

“No es el juego flaca, lo que pasa es que ya soy un viejo y estoy algo roto”.

Cada vez que vuelve ese recuerdo, intento convencer a mi memoria de que Panchito jamás mencionó estar roto. Tal vez en lugar de roto había usado otra palabra: confundido, despistado, perdido, desorientado, pero ¿por qué roto?

    El cristal se puede romper y, al igual que el concreto o la cerámica, se fragmenta a causa de pequeñas líneas que terminan dividiendo a un todo; sin embargo, ahora sé que no sólo los objetos tienden a romperse; sino también las personas. Esto me lleva a suponer que una grieta crecía en el interior de mi abuelo y lo hacía olvidar poco a poco partes de sí mismo.

    Si olvidarse de las cosas implica romperse, entonces todos tenemos grietas (en menor o mayor medida). Los médicos las nombran de un modo más elegante: amnesia. La ciencia nos explica que una de las principales causas de la amnesia es el envejecimiento, el cual, provoca un olvido senil “benigno”. 

    No sé si la palabra benigno se emplee para suavizar el impacto que estas lagunas tienen en las personas porque, sin importar los niveles en los cuales los especialistas dividen a las grietas, éstas siempre concluyen de la misma forma: la persona se fragmenta. La ausencia es de nuevo delatada por el hueco, señal innegable del vacío.

    Esto nos dice una cosa: nuestra memoria es frágil; se encuentra luchando constantemente por una fantasiosa estabilidad a la que, por momentos, le gusta pasearse entre los dedos de las manos. Es común olvidar que las líneas pequeñas sometidas a presión se expanden; creando a su vez más líneas, y éstas, buscan destruir sin compasión una parte esencial de lo íntegro. Crean un medio y éste siempre les responde.

7:45 a.m.

Nuestras madres suelen aprovechar cada momento para enseñarnos algo. Llegan a insistir tanto con una idea al punto en que ésta logra quedarse anclada en nuestra mente, y a veces, ni somos conscientes de ello. Por mi parte puedo decir que a la mía le gusta reiterar una y otra vez la frase “el cuerpo es muy sabio”. En un principio, pensé en la obviedad de esta afirmación por el mecanismo de defensa con el cual casi todos contamos; no obstante, dicha obviedad me mostró un punto ciego, un punto clave que no había sido capaz de explorar hasta ahora.

    En este instante quiero traer de vuelta el recuerdo más antiguo de mi mente. 20 años en reversa son como el collage de un esfuerzo inútil; pero los lugares, los nombres, y según estudios realizados en la Universidad de Dresden, Alemania, también los olores ayudan a encontrar a las memorias que yacen bajo tierra.

    Cuando acompaño a mi madre por el mandado, me gusta sentir los aromas característicos de cada pasillo porque me remiten a algo muy especial. Entro y me dirijo hacia el fondo, a la zona de la panadería: viajo a las tardes que pasé en casa de mis abuelos después del catecismo; veo con detalle el vaso naranja con flores púrpuras en el cual mi abuela (secretamente) me servía café y justo a lado, la panera blanca, con su delicioso olor a azúcar.

    Camino hacia la derecha y me encuentro con la zona de la frutería que me lleva a una de las primeras travesuras de Ana, mi hermana mayor. Nos veo sentadas en la cocina junto a la más pequeña de mis hermanas, Ale, la cual tendría unos tres o cuatro años; enfrente de ella está Ana con una lata de chiles, le ofrece y le dice que son lechuga. Esto obviamente no terminó muy bien; pero por desgracia es el único recuerdo que conservo con dicho aroma.

    De la frutería dos pasillos a la izquierda está la sección de limpieza e higiene. El olor a limpia pisos me hace sentir el frío de una carretera cerca de Monterrey. Hay un edificio enorme sobresaliente entre la niebla. Mi tía me lleva de la mano hacia ese lugar donde abunda el aroma a pinol, poco después me percato de que es un hospital. Todos, excepto mi abuelo, están ahí. Probablemente él fue el motivo de esa visita.

    Podría seguir con una lista interminable de olores; pero sin duda el recuerdo más antiguo al que he podido llegar mediante esos recorridos, es el nacimiento de mi hermana menor. Cerca de la salida entro al pasillo de productos infantiles. Hay un aroma específico, dulce y tenue, que siempre asocio con ella: el aceite marca Mennen. Regreso dieciséis años y me veo caminando con Ana y mi primo hacia el cuarto de mi abuela; la cama era alta así que Ana me cargó y al asomarme, encontré a un bebé rodeado por una pequeña cobija amarilla. No recuerdo su cara; pero su olor era semejante al de las rosas.

    Los sentidos son los dones más grandes de nuestro cuerpo. Son el arsenal para mantener alejado a un viejo contrincante del hombre, al cual le gusta anunciarse por el tic-tac que, a nuestros ojos, se manifiesta con la ida y venida del sol. Sin embargo, estos dones no nos garantizan una memoria íntegra. Las grietas se crean desde la infancia, son pequeñas; pero no por eso menos impactantes. Paul Frankland asegura que el cerebro se encuentra en desarrollo y por esa razón no puede almacenar recuerdos; pero creo que hay posibles vestigios dentro de la mente de cada persona: una cara, un olor, un nombre…algo.

5:30 p.m.

Durante el verano estuve viendo algunos programas en televisión. Hubo una semana de astronomía en National Geographic y sin duda alguna, mi atención se dirigió a los agujeros negros. Algunos expertos en astronomía explicaron el fenómeno por horas, pero las palabras más resonantes fueron: “éstos son la evolución de enormes estrellas las cuales derivan en un gran cataclismo denominado supernova. La gravedad y densidad son tan fuertes que ni siquiera se encuentran rastros de luz”.

    Al parecer las estrellas también sufren los estragos del tiempo. Viven para brillar, pero al envejecer explotan o, mejor dicho, evolucionan. De ahí sufren una transformación, una especie de metamorfosis siniestra y destructiva. Ya no existen para emanar luz; sino para robarla e igualmente para succionar y desaparecer todo a su paso. Con esto asumo que el Alzheimer es la supernova: el gran cataclismo en la mente de los ancianos.

    Mi abuela solía confundir nuestros nombres. Tuvo once hijos, y esos once, tuvieron sus respectivas familias. Me da vergüenza admitirlo, pero ni yo he logrado recordar los nombres de muchos de mis familiares, motivo por el cual en ese tiempo no me parecía alarmante que ella tampoco pudiera recordarlos.

    Cada domingo me hacía las mismas preguntas y me parecía muy dulce la sorpresa que le causaban las mismas respuestas. Solía burlarse de ello, pero los eventos evolucionaron. Pasaron de ser una simple confusión a un agujero negro. A esa estrella la condenó el precio de su edad. Definitivamente estaba en proceso de supernova.

    Su memoria la encadenó a un cuerpo rebelde; consciente de su estado indispensable, lo cual era peligroso. ¿Qué diferencia existe entre calentar agua en la estufa con una olla o con un vaso de unicel si los dos tienen la función de almacenar líquidos?, ¿qué diferencia existe entre un labial y un cepillo para el cabello si ambos se emplean para lucir una imagen “presentable” ?, ¿qué diferencia hay entre tus hijos, nietos y desconocidos si ambos son personas que eventualmente te encuentras? Así es como la mente empieza a acechar a los ancianos, pone su discernimiento en el margen de igualdad: en un laberinto.

    Un domingo me tocaba ser Sara, otro Amelia y otro Karina. A veces me pregunto quiénes fueron esas personas en la vida de mi abuela; por qué ellas si tenían un lugar en su memoria y yo no. Tenía que decirle mi nombre y de quién era hija; pero hubo un momento en el cual me pidió que le apuntara, entre todas las mujeres de la sala, a Claudia.   

    Como dije ella se encontraba en proceso de supernova; no obstante, hubo una persona a la cual nunca olvidó: mi abuelo. Esa lucha por mantenerlo presente en sus recuerdos es reconfortante, porque no se perdió completamente en sí misma. Aún había algo de luz en esa estrella.

7:14 p.m.

Según Frederick Bartlett la capacidad de retención de la memoria es posible gracias a diversos esquemas establecidos por las experiencias; pero como hemos visto dichos procesos esquemáticos no pueden generarse en una persona que elimina, en contra de toda voluntad, los eventos del pasado.

    Diversos estudios en el área neurológica afirman que es necesario olvidar para recordar (irónico ¿no?). El cerebro discrimina los eventos “insignificantes” para ceder su lugar a otros de “mayor importancia”. Un proceso creativo-destructivo puesto que, al adquirir nuevas experiencias, el inconsciente se encarga de preservar los restos del sacrificio en un sitio oscuro de la mente, donde los recuerdos se empolvan hasta llegar a la distorsión; a una especie de imagen monstruosa e irreconocible a la cual es mejor olvidar.

    ¿Qué diagnóstico, propuesta, estudio o avance nos garantiza una memoria íntegra si todos hemos olvidado una parte nosotros mismos? Estamos contaminados por la amnesia; fragmentados, incompletos e incluso rotos como diría Panchito.

    Sé que la neurociencia seguirá justificando sus funciones; pero esto sólo pone en evidencia a una memoria inestable. Los ancianos olvidan cosas, nosotros también olvidamos cosas, sin embargo, eso no nos posiciona en el mismo lugar. Califican a unos como enfermos y a otros como sanos. En realidad, ya no existe la certeza de una plenitud.

    El envejecimiento es señal de deterioro, pero también existe la amnesia en la niñez. Los aromas te pueden remitir a distintos recuerdos; pero en una persona que ha borrado sus memorias da lo mismo el olor a canela, café o pan dulce. Los olores son olores y nada más.

    Tenemos la enfermedad en la sangre, las manos atadas y lo único que hacemos es observar. Se escuchan los pasos del tiempo en una lejanía que parece cada vez más cercana. Se denomina benigno al más sorprendente y destructivo de los cataclismos: la supernova senil. Es verdad, vivimos estancados en un ciclo donde la experiencia joven asesina a la experiencia vieja; olvidando el hecho de que en un punto tendrá el mismo destino.

    Huimos todo el tiempo exhaustos y aterrados de las grietas. Los alcohólicos escapan de la grieta del Síndrome de Korsakoff, los drogadictos y lesionados de la grieta orgánica; los afligidos y los soldados de la grieta disociativa, y los ancianos, de la grieta del Alzheimer. Todas coexistiendo en este gran universo como agujeros negros.

    Cabe la posibilidad de que incluso en este preciso instante exista una grieta expandiéndose en mi interior; propagando la ausencia o el hueco de manera muy sigilosa; pero no puedo hacer algo para detenerla. Estamos conectadas para vivir, crecer y morir de la mano. Ese es el motivo por el cual todos tenemos grietas. Nos encontramos unidos a un elemento que nace de la división.

    Amnesia, sé que te gusta manipular la integridad del hombre; pero no soy tan fuerte como el concreto o tan frágil como el cristal. No soy un objeto inanimado del cual tengas voluntad y poder ¿Por qué insistes en seguir aquí? 

 

Bibliografía:

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  • Amnesia infantil: ¿por qué no podemos recordar los primeros años de nuestras vidas?. (2017). Recuperado de https://www.bbc.com/mundo/noticias-39408371
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  • Castillero, O. Amnesia infantil: por qué no recordamos los primero años de vida?. Recuperado de https://psicologiaymente.com/psicologia/amnesia-infantil
  • Definición de amnesia — Definición. de. (2012). Recuperado de https://definicion.de/amnesia/
  • Know Alzheimer. ¿Cuántas son las fases del Alzheimer? Etapas y características. Recuperado de https://knowalzheimer.com/cuantas-etapas-tiene-el-alzheimer-y-que características-tiene-cada-una/
  • Marín, F. (2014). Demencia senil- Doctissimo. Recuperado de http://www.doctissimo.com/mx/salud/enfermedades/deterioro-cognitivo-y-demencia/demencia
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  • Salvatori, s. (2017). ¿Por qué los olores nos traen recuerdos? Recuperado de https://www.psicologiaparatodos.net/cerebro/por-que-los-olores-nos-traen-recuerdos/
  • Teorías de la memoria! (2013). Recuperado de https://prezi.com/y-p_dfzn67pk/teorias-de-la-memoria/
  • Torres, A. Los distintos tipos de amnesia (y sus características). Recuperado de https://psicologiaymente.com/clinica/tipos-de-amnesia  



 

Sofía De la Peña: Estudiante universitaria de la Lic. En letras españolas. Actualmente se dedica a la promoción cultural de la lectura en la Secretaria de Cultura del Estado de Coahuila. 

Contacto : clau_sofia_03@hotmail.com



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