Ensayo. El poeta y su canto con la sociedad

Por: Centro Literario Istak Axolotl 



La figura del poeta es un reflejo casi instintivo de los ideales más profundos y anhelados de una sociedad. Misma la cual lo crea para ser representante de todo aquello que necesita, y posteriormente espera ayude a recordar. Es de esa forma cómo surge la importante labor de permanencia por esta figura necesaria y poco valorada hoy en día.

    Surge con naturalidad, está presente en cada momento y hace de su trabajo un respaldo de la presencia del mundo. La poesía es un compartir sensible, forma al ser humano en cuerpo y alma, es conocimiento por excelencia, memoria y emoción. Su virtud es la reproducción de la realidad, sus temas son diversos y su contenido va y viene de la vida a la muerte.   

    Los filósofos de la antigua Grecia como Platón creían en la poesía como una experiencia de aprendizaje y una cultura general superior la cual controlaba el orden dentro de la sociedad. Ese aprendizaje es llevado por los escritores que observan el mundo y su obra se vuelve una extensión de la perspectiva individual reproducida una y otra vez.   

    Mientras más fría, caótica e inestable sea la realidad su representación tendrá que adaptarse buscando rescatar una alternativa ideal para seguir en camino del progreso, este cambio marca una antes y un después para la vida del hombre o su comunidad. Se vuelve una extracción útil y analítica de los tiempos que controlan el pensamiento más común entre la gente consigo misma y su necesidad.

    En España, la guerra civil fue un periodo que dejó huella en la vida de generaciones completas, antes, durante y después de ella. De 1936 a 1937 la guerra de clases, la dictadura militar y la contrarrevolución conflictuaron el desarrollo de un sistema. Cada rasgo distintivo de la sociedad de aquellos años se concentra en la concepción de la función y razón de ser del poeta-escritor para su realidad.

    Al momento de ser reproducida dicha representación se abre un parte aguas de dos niveles de interpretación. El primero es el interno ocurrido en la obra y por la sociedad ficticia, y el segundo se desarrollaría cada vez que se lee la novela, poema o cuento plasmada en el mundo real.

    En escritores como Jacinto Benavente y su obra Los intereses creados (1917) la figura del poeta es presentada como un arlequín engañoso y muy listo, el cual usa su don con las palabras para estafar a las personas. Es un símbolo del bohemio romántico y mujeriego quien va de pueblo en pueblo en busca de nuevas aventuras y arrastrando una mala reputación.

    Esta figura corresponde a la época española de finales del siglo xix donde existió un decaimiento de la figura de la nobleza propiciado por las nuevas elecciones en esos años, trasladando la imagen del artista desde los altos y más poderosos círculos hasta la categoría de farsante y bufón común.

    Más tarde durante la guerra civil Alejandro Casona escribe en 1937 una alegoría de la muerte en busca de evitarla, usa todo tipo de arquetipos, personajes e ideologías para plasmar esa opinión intimista del suicidio. Prohibido suicidarse en primavera nos muestra a uno de sus personajes idílicos, soñadores que se aleja de la sociedad cargando una imaginaria visión del mundo y su papel en él a través de la poesía y su elegante lenguaje para hablar, como el Amante imaginario y, después a Fernando, quien utiliza su hábil pluma para el sensacionalismo.

Fernando: Perdonado, pero, Doctor: el sensacionalismo es de cultivo compréndanos, muy difícil. El mundo produce cada vez menos cosas interesantes, y el público, en cambio, tiene cada vez más hambre de ellas. Usted no puede imaginarse nuestra angustia de exploradores en busca de lo extraordinario; nuestro gozo profesional cuando tropezamos con una banda de secuestradores, con un adulterio bonito ... (Alejandro Casona, Prohibido suicidarse en primavera, s.f, p.27)  

Uno alejado de la situación social y el otro que viene de ella. El primero piensa en el mundo imaginario de los sentimientos, y Fernando, sólo cree en el consumismo de las buenas historias para alimentar el poco espíritu humano que queda en la humanidad de la posguerra. Ambos son el ultimo rastro del sentimentalismo enfocado en otros temas poco importantes y el primer pasó de una escritura fría, objetiva y sedienta de una distracción efímera del verdadero problema.

    Octavio Paz dice que la poesía es hambre de realidad, el acto mediante el cual se funda así mismo, una metamorfosis o una operación alquímica mágica de un creador a otro ente ajeno, hecha realidad y sustentada en el mundo común de ambos seres. Cuando esta hambre desparece se crea el conformismo y la negación. Ese momento llega tiempo después de finalizar la guerra. Y es de la mano de las mentes jóvenes quienes vivieron sus mejores años acompañados por esa sensación. 

    Tanto Carmen Laforet (1944) como Ana María Matute (1963) realizaron un muestreo de esa sensación vacía explicada a través olores como la tierra, el polvo y la lluvia de España en recuperación. Bajo ese ambiente las novelas de Nada y Los hijos muertos trasladan la complejidad de un enfrentamiento bélico a lo interno de su propia vida, con todo lo que implica, incluyendo los prejuicios sobre lo sensible y quienes se dedican a ello. Ambas escritoras y mujeres que se reflejaron así mismas y su desarrollo en una de las situaciones más difíciles en la historia de España.



Todos son artistas, escritores, pintores..., un mundo completamente bohemio. Completamente pintoresco. Allí no existen convencionalismos sociales..., […] Hasta ahora no ha ido ninguna muchacha allí. Tienen miedo a que se asusten del polvo y que digan tonterías de esas que suelen decir todas. (Carmen Laforet, Nada, 2001, p.57)

  Esa versión del poeta sumido en su mismidad, como un residuo de la precaria vida social en la crisis de mitad del siglo xx se expandió hasta 1950 en la obra colectiva de Camilo José Cela, La Colmena, obra costumbrista en la cual entre sus muchos personajes se encuentra Martin Marco, humilde poeta frustrado quien se hunde en una atmosfera llena de personajes ficcionalizados por personas fáciles de olvidar, y sobre todo en años en los cuales todo el mundo sufría arrastrando una sociedad en decadencia.

    Sin embargo, el autor Pablo Mora Pérez Tejada (1994) asegura que la poesía es un acto de fe, cuando a fuego lento se decide la definitiva soledad del mundo, al pie de la derrota desde el cual se funda la razón y la naturaleza subversiva del poeta. Para la segunda mitad del siglo pasado, varios poetas establecieron un corte a la melancolía y la pasividad de la posguerra para generar un nuevo discurso.  Rompieron el silencio con sus versos buscando un nuevo proyecto de sociedad.

  Blas de Otero, Gabriel Celaya, José Hierro, Ángel Gonzáles, José Agustín Goytisolo y Carlos Sahagún son algunos de estos nuevos poetas quienes crean imágenes e ideas a partir del dolor y el pesimismo en busca de algo mejor, ellos son quienes pretendieron curar las heridas aún abiertas de España con su poesía social, novedosa y empírica. Todo con un impulso de esperanza. Justo lo que los españoles despues de 20 años de posguerra necesitaban oír.

    Ellos fueron la memoria de España, debido a que no olvidaron lo que fue crecer en una sociedad oculta bajo la pólvora y la sangre, pero con una visión de anhelo por terminar con el pasado en busca de un presente mejor. Renovando la figura del poeta como reflejo y eje del movimiento social unificador y pacifico después de dos décadas de dolor.

 En la actualidad, ¿Qué poetas necesita nuestra sociedad? Necesita voces que hablen desde el fondo de las diferencias para acabar con ellas. Donde toda afirmación se haga verdad y no demuestre más que un autorretrato del mundo. Ese mundo habitado por mujeres, homosexuales, refugiados, indígenas y marginados. Donde se respete la memoria artística de grandes poetas, pero con una idea nueva, transgresora y lucida.

    Una poesía reminiscente creada por esas voces olvidadas, las cuales no tuvieron una imagen, una metáfora o un ritmo propio. De ellas y para todos, rodeando el margen de la diversidad. Pintando sobre el verso el eco de años anteriores. Los nuevos poetas deben ser reflejo, eje y refugio para quienes escuchen su voz desde cada enfoque y ángulo posible. Pues la realidad está más allá del poema y el poeta se reconoce con el canto de la sociedad.

 

 

 

Bibliografía

o   Anónimo, (2019) El oficio del poeta. 20/05/2019 de Poemas del Alma sitio web: https://www.poemas-del-alma.com/jose-agustin-goytisolo-el-oficio-del-poeta.htm.

o    Antonio Acevedo Linares (2013). El papel del poeta y la poesía en la sociedad. 20/05/2019 de Las 2 orillas sitio web: https://www.las2orillas.co/el-papel-del-poeta-la-poesia-en-la-sociedad/

o    Casona Alejandro, Prohibido suicidarse en primavera, s.f.

o    Laforet Carmen, Nada, Booket, 2001.

o    Mora Pablo, Poesía Sociedad Anónima, VI Encuentro de Escritores Colombo-Venezolanos Cúcuta, 1998.

o    Tanella Boni (2017). El poeta en el centro de la sociedad. 20/05/2019 de UNESCO sitio web: https://es.unesco.org/courier/2017-julio-septiembre/poeta-centro-sociedad

o    Platón, La Republica, Universidad de Valencia, 1997.

 

 

 

 


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