Ensayo. El genio y la figura feminista en Hombres en escabeche de Ana Istarú
Por: Centro Literario Istak Axolotl
Ana
Soto Marín, también conocida como Ana Istarú, actriz , escritora y dramaturga
costarricense nació en la capital de San José el 3 de febrero de 1960. Respecto
a lo acontecido durante su infancia se cuenta con poca información; no
obstante, se tiene el registro de que con la ayuda de sus padres, Enrique Soto
Borbón y Matilde Marín Chinchilla de Soto, logró ahondar en el ámbito literario,
descubriendo un interés genuino hacia la dramaturgia.
A
la edad de 15 años realizó la primera de sus publicaciones. Posteriormente, una
compilación denominada Poemas para un
día cualquiera, propuesta a la cual se le otorgó un reconocimiento por
parte de la Editorial Costa rica; sin embargo, hay que añadir que la
composición que marca su entrada firme al mundo de la literatura es La
estación de fiebre, tema surgido dos años después a la culminación de sus
estudios de Artes Dramáticas en la Universidad de Costa Rica.
Durante
1982 EDUCA le concedió una distinción la cual fue reeditada en España y
publicada en Francia por Le différence. Asimismo obtuvo una variedad de
condecoraciones por su desempeño en la actuación. Entre ellas están el Premio
Nacional a la Mejor Actriz Debutante (1980), a la Mejor Actriz Protagónica
(1997) y el Premio Ancora de Teatro (1999). Igualmente dentro del mismo ámbito
trabajó en la coescritura con Esteban Ramírez del guión Caribe, la cual
terminaría siendo protagonizada por Jorge Perugorria, y además, aclamada en
múltiples festivales.
En
lo que concierne a su trayectoria teatral ha obtenido dos galardones
internacionales: el Premio Hermanos Machado de Teatro (1999) del Ayuntamiento
de Sevilla y el María Teresa León en la categoría de Autoras Dramáticas (1995). En cuanto a
producción se encuentran diversos títulos como: El vuelo de la grulla
(1984), Madre nuestra que estás en la tierra (1996), Baby Boom en el
paraíso (1996), Sexus Benedictus (2004), La cuna (2008), La
loca (2005) monólogo que le valió el Premio Nacional de Dramaturgia, y por
último, Hombres en escabeche (2000).
Obra
que consta de una estructura característica alejada de lo convencional pues la
distinción de las escenas no se puntualiza en las acotaciones. Todo se maneja mediante
cambio de luces o personajes. Con
relación a estos elementos existen diversas técnicas estilísticas por las
cuales la autora desarrolla temáticas referentes a un discurso feminista.
Contemporáneo y ensordecedor para las prácticas patriarcales destructivas disimuladas en los constructos de la sociedad.
En
un comienzo deben considerarse los datos proporcionados por la acotación
introductoria: “Entra de prisa la Actriz por entre el público, vestida de
novia, esplendorosa y agitada […]. Luego de una breve pausa se dirige a los
espectadores” (Ana Istarú, 2000, p.2). Aquí, vestuario
y diálogo, crean un enlace que se encargará de hacer significativa la representación
para el público puesto que contienen de forma implícita propósitos situados en
no solo la transmisión; sino también la recepción eficaz del mensaje.
Se
cuenta con el vestido de novia. Un accesorio que , en términos de García
Barrientos, posee una autonomía funcional la cual lo dota de simbolismo al
conferirle un modelo basado en un estereotipo, y a su vez, en una ideología. Además
de lo aludido el actante (la Novia) se introduce con una apelación, herramienta
que remite a la proximidad de la distancia comunicativa en el teatro, ya
que se reconoce el rompimiento de la cuarta pared, y por ende, la interacción y
transformación de los espectadores como integrantes de la historia.
Trama
que muestra la distinción social planteada, en un primer acercamiento, con
“razones” biológicas, “[…] Luego de mucho espiarlo lo seguí al baño y ahí lo
comprendí todo: él orinaba de pie, igual que papá. ¡Qué alivio! Si era sólo eso
yo estaba dispuesta a hacer un rápido aprendizaje de la materia […]” (Ana
Istarú, 2000, p.2)., que en consecución terminan por esbozarse en una metáfora
del futuro asignado para la figura femenina “[…] separé un poco las piernas y
me dispuse a lanzar con distinción y donaire […]. Aquel fracaso marcó mi vida. […].
Comprendí […] por qué debía sentarme […] y por qué papá sí quería a mi hermano:
tenía mejor puntería” (Ana Istarú, 2000, p.2).
Aunado
a esto hay que recordar el empleo de la iluminación en la obra. García
Barrientos comenta, respecto a la clasificación de Ubersfeld, que uno de los usos
de la luz es analógico a la espacio y el tiempo. Como se mencionó con
anterioridad, la obra no está delimitada por las acotaciones; pero sí por los
actantes y lo argumentado. Por ello cada vez que se anula la iluminación y
retorna, Alicia, la Novia, aparece sola o acompañada en diferentes etapas de su
vida (niñez, adolescencia, adultez):” […] (Breve oscuro total. Se ilumina el
escenario. La Actriz, a solas)” (Ana Istarú, 2000, p.22).
En
correspondencia a las constantes analepsis la Novia comparte a los espectadores
los acontecimientos que forjaron su perspectiva y modo de vivir. En la infancia
cuenta que al buscar la aceptación de su padre imitando las prácticas de su
hermano se le contradice diciendo “Las niñas no juegan fútbol […] No, vos no.
Sólo las marimachos” (Ana Istarú, 2000, p.3). Asimismo se presenta una censura
en la educación sexual al no profundizar en la autoexploración pues Alicia explica
lo siguiente:
Allá abajo, en el limbo del cuerpo,
justo donde se bifurca en las dos extremidades
inferiores. Aquello era notable y me obligó a reflexionar de nuevo sobre ese sitio del que nunca
nadie, ¡nunca!, había hecho un comentario
o externado una opinión. De hecho era la porción de mi ser que más preocupaciones me había causado. (Istarú,
2000, p.4)
De
ello ramifica una confusión que la propia autora dota, en palabras de
Reboul, de carácter sagrado ya
que si la mujer transgrede y descubre, opta por una vida alejada de lo “moralmente
correcto”. Lo aceptable según los discursos machistas que determinan que la
sexualidad femenina es merecedora de vergüenza y rechazo: “Las clases de
educación sexual no contribuyeron mucho a aclararme el panorama. Escroto,
uretra, glande, gónada, vulva, pubis, hipófisis, coito. No, no era arameo. Era
el diccionario de los horrores, revisado y corregido por el monje loco” (Ana
Istarú, 2000, p.5).
Por
ello, este hecho también permite entrever su descuido al narrar que el único
medio factible de aproximación es la tele. La vía más distorsionada para el
ámbito puesto que, de acuerdo a lo que Alicia describe, impera un canon en el
cual la mujer es vista como un objeto de deseo, satisfacción y sumisión. Está
unida al hombre como si se tratase de una extensión del mismo. Imagen en sumo
utilizada para la limitación y represión:
Una mujer que pierde su virginidad
antes de pasar por la sucursal de la
Santa Sede se convierte ipsofácticamente en una resbalosa, sometida, […] prostituta, tipa, ramera,
meretriz, hetaira (también del diccionario),
gata, perra, zorra, […] mujer de mala vida, mujer de vida alegre, o mujer pública, que por supuesto,
nada tiene que ver con hombre
público […]. (Istarú, 2000, p.7)
Dicha
forma de catalogar es cuestionada por la dramaturga pues invita a la reflexión
de la madre. Blanco en la mira del sexismo y la denigración. Del sufrimiento
corporal y psicológico al cual la sociedad la somete desde el momento en que
alcanza la madurez sexual: “¡Mamá, ya
soy una mujer, ya soy una mujer!”. “Pobrecita. Ya empezaste a sufrir”. Como
quien dice, bienvenida al presidio. “Pero yo estoy contenta...”. “Cuídate de
los hombres” (Ana Istarú, 2000, p.8).
Por
último cabe agregar el panorama en el cual el hombre se ve afectado por esta
clase de organización, ya que el personaje del Filosofo se muestra liberal y
ajeno a los estereotipos sociales; no obstante, solamente cuando él los
realiza. Incongruencia que afecta a otros actantes como el padre quien destruye
toda relación con su hija y esposa “¡Por favor, no me dejés solo! Sos lo único
que tengo, Alicia. (Pausa) Amor mío, no sabés cómo me duele que perdieras tu
bebé […]” (Ana Istarú, 2000, p.41).
Por
lo visto Ana Istarú proyecta los estragos de un colectivo patriarcal y machista
en una sociedad, ya sea en Latinoamérica o en el resto del mundo. Estigmatizaciones
amorales que atentan contra una vida sana. Sin violencia o distinción porque
son las etiquetas, roles dados por un poder anónimo, los que conllevan a una
guerra entre peones de un sistema oligárquico y opresor debido a que asuntos
como la maternidad, la sexualidad, la idealización nociva, se han vuelto parte
de la “normalidad”.
“Ser
una mujer. Nadie me advirtió lo difícil de la empresa. Para que se informen
quienes aspiran a semejante puesto: una mujer no puede (Ser mujer se define por
los “no puede”) […]” (Ana Istarú, 2000, p.6).
Bibliografía
- Anónimo. (13 de octubre del 2019). Ana
Istarú. (07/06/2020). En Wikipedia. org recuperado de: https://es.wikipedia.org/wiki/Ana_Istar%C3%BA
- Anónimo. (s.f). Ana Istarú. (07/06/2020).
En ecured.cu recuperado de: https://www.ecured.cu/Ana_Istar%C3%BA
- Anónimo. (s.f). Ana Istarú. (07/06/2020).
En dramatologia.com recuperado de: https://dramatologia.com/ana-istaru/
- García, Barrientos, José Luis, (2012) Cómo se comenta una obra de teatro, México,
Paso de Gato. Versión digital.
- Hombres en escabeche, s.f, recuperado de: file:///C:/Users/clau_/OneDrive/Escritorio/PDFS%20Elsa/Hombres%20en%20escabeche.pdf
- Reboul, Olivier, Lenguaje e ideología, Fondo de Cultura Económica, México, 1986.
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