Ensayo. Escrito y sellado de Isaac Chocrón

 Por: Centro Literario Istak Axolotl


Issac Chocrón Serfaty, traductor, ensayista, profesor universitario y dramaturgo venezolano, nació en Maracay el 25 de septiembre de 1930. De origen sefardita cursó su formación académica en la escuela católica Nuestra Señora de la Consolación, y posteriormente, ingresó al bachillerato en el Instituto Militar Bordentown de Nueva Jersey. Al iniciar el grado superior aplicó para la Universidad de Columbia y ahí  cursó estudios en Literatura Comparada.

    Finalmente obtuvo una variedad de títulos a causa de múltiples reconocimientos en la Universidad de Siracusa (Bachelor en Artes), la ya mencionada Universidad de Columbia (máster en Relaciones Internacionales) y la Universidad de Manchester (doctorado en Desarrollo Económico). En lo que concierne al ámbito profesional fundó la Compañía Nacional de Teatro. A su vez desempeñó el cargo directivo en la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela y del Teatro Teresa Carreño.

    Fue a mediados de los 50 cuando cimentó su paso por el mundo de la escritura gracias a la publicación de Pasaje (1954), compilación de relatos en los cuales se instituye la promesa de una narrativa venezolana contemporánea. Tres años después a este suceso Chocrón se adentra en la dramaturgia con Mónica y el florentino, su primer composición teatral que, al encontrarse rodeada de la aprobación tanto crítica como espectadora, dio apertura a una segunda entrega en 1961 denominada El quinto infierno.

    Ambos estrenos se sirvieron de modelos vanguardistas para tratar una de la preocupaciones más íntimas del autor. La soledad del individuo. Animales feroces (1963) es una de las producciones que se inclina hacia temáticas fundamentadas en hechos biográficos, por lo cual, enriquece los acontecimientos y construcciones en las que se evidencian los problemas de las comunidades actuales. Por esta razón es que a su lanzamiento sobreviene una evolución al teatro del escritor con la suma de otros tópicos.

    La situación sociopolítica de su país lo lleva a crear, además de la obra aludida, Tric-Trac (1967) y Asia y el lejano Oriente (1966). En los 70 retoma el tema de la soledad en La revolución (1971); pero desde la óptica de aquellos quienes son marginados socialmente por su preferencia sexual. Asimismo, se encuentran El acompañante (1978) y Alfabeto para analfabetos (1973), propuestas en las cuales se plantean el absurdo y la contrariedad que surge al establecer un vínculo con un rechazado del colectivo.

    Otros títulos que se añaden a su trayectoria teatral son: La pereza domina Timbuctú (1974), A propósito de triángulo (1964), Amoroso o una mínima incandescencia (1961), La máxima felicidad (1975), Mesopotamia (1980), Clipper (1987), Solimán el magnífico (1991), Volpone y el alquimista (1996) Uno reyes uno (1996), Tap dance (1999) y Escrito y sellado. Esta última fue presentada en Caracas el 17 de marzo de 1993. Compuesta de  ocho escenas expone el duelo de sus cinco personajes al haber presenciado el final inminente de toda enfermedad incurable. La muerte.

    Cabe aclarar antes de realizar el análisis de los recursos estilísticos de los cuales se sirve el dramaturgo para desarrollar esta temática, una observación en sumo relevante que recae en la dedicatoria previa a la primera escena. Luis Salmerón fue un fotógrafo venezolano amante de Isaac quien lamentablemente falleció a causa del SIDA, por ende, al abordar esta obra se debe considerar el carácter autobiográfico de la misma pues lector y espectador se encuentran ante actantes de carne y hueso. Formados mediante la realidad ficcionalizada de quien vivó esta experiencia.

    Por ello el argumento gira entorno a lo acontecido en el pasado de Saúl, personaje que orbita en un limbo existencial tras la partida de Luis un joven aficionado a la fotografía con el cual tejió un estrecho vínculo emocional. Victima también de un padecimiento tabú al que constantemente se censura para negarlo: “No sigas repitiendo la misma pregunta. Tú sabes de qué. Salí positivo” (Issac Chocrón, 1993, p. 23). ; pero se infiere por la descripción de los actantes que lo sufren “Te conocí como apuesto actor, no como flaco cura” (Issac Chocrón, 1993, p.21).

    Aunado a lo anterior hay que hacer hincapié en la funcionalidad inscrita en la acotaciones del vestuario y la escenografía en la puesta para evocar el recuerdo, y con este, la ausencia de dicho personaje. Al comienzo de la escena i se menciona lo siguiente: “Los cambios de vestuario […] exceptuando a Luis, van de acuerdo con los cambios de estación de invierno a primavera. Luis siempre estará de color blanco hueso y descalzo” (Issac Chocrón, 1993, p.20).

    Esta distinción en la gama es un signo de apariencia que, según García Barrientos, tiene el objetivo de colocar la idea implícita del tiempo. Existe una transformación en los demás; pero no en Luis ya que él es un espíritu. Igualmente se indica “Se debería mantener una uniformidad de colores basada en negro, gris y blanco como en las fotografías en blanco y negro […]” (Issac Chocrón, 1993, p.20).

    La intención de lo especificado direcciona su mensaje hacia la memoria. La inmortalidad dentro de la impresión que graba eternamente el placer. El recuerdo y lo anhelado. A este propósito se le une el uso de la iluminación como instrumento analógico a la permanencia debido a que, la acotación oscuro al finalizar algunas de las escenas, emplea a la luz para “Borrar los límites del espacio dejando de iluminarlos y crear así la ilusión del espacio infinito, indeterminado [...]” (José García, 2012, p.164).

    Retornando nuevamente a la imperceptibilidad otra técnica que aporta fuerza son los diálogos de los personajes. La mayoría se tratan de coloquios puesto que casi siempre se exponen hechos en los cuales hay una comunicación entre emisor y receptor. No obstante; también se visualiza una categoría denominada aparte, un diálogo caracterizado por su contestación nula. Peculiaridad manifestada en las intervenciones de Luis y que además corresponde a su estado ausente:  

            [CARMEN:] Por eso estoy aquí, porque cuando todo pasó, el señor          Saúl     insistió en que viniésemos tal cual como Luis lo quiso. [LUIS:]     Tenia que morirme para que me hiciera caso. Siempre prefería           llevarme la contraria. [CARMEN:] Discutían todo el tiempo, pero era       porque se querían. Cuando oigo al señor regañarlo a usted por teléfono, me acuerdo que igual hacia con Luis. [MIGUEL:] ¿Nos             parecemos? (Chocrón, 1993, pp. 26-27)

Partiendo de los coloquios se ha de puntualizar que es dentro de ellos donde se aluden a los tópicos escogidos por Chocrón. Por ejemplo en este fragmento se visualiza la importancia de las relaciones en la adversidad. La unión de los seres queridos para sobrellevar el duelo y evitar la depresión causada por él: “[MIGUEL:] ¿Me vas a dar un premio? [SAÚL:] Si pudiera…lo que me gustaría darte, transmitirte, serían ganas de vivir” (Isaac Chocrón, 1993, p.28).

    Asimismo, se señala la influencia de la intervención divina frente a la incapacidad de respuesta y alivio. Referencia que está en su totalidad ligada a la educación religiosa del dramaturgo pues, como se comentó al inicio, el lector se encuentra ante una representación autobiográfica y es por esta razón que se efectuarán menciones recurrentes a la dualidad de esta imagen en el sufrimiento. Su oscilación entre consuelo y renuncia: “[…] Lo que sí sé es que Dios lo abandonó. […] Por supuesto que lo abandonó. De lo contrario, le hubiese dado vida” (Isaac Chocrón, 1993, p.38).

    Por último, se debe agregar otro factor conexo a la ficcionalización de estas experiencias y a la religión que es la alusión al Shemá y al Yom Kipur. Ambos pertenecen a la tradición judía y representan la fe y la expiación de los pecados. Este factor se expone en el momento más crítico de Saúl pues se ve obligado a aceptar las memorias de su pasado para apoyar a Miguel quien también adoptará una predisposición hacia las creencias que le permitan continuar con su condición. Que le permitan vivir.

    Por lo analizado es posible identificar un discurso en el cual se proyecta la postura en las decisiones tanto del que padece una enfermedad como del que es espectador de lo continuo. De lo inevitable. La lucha con la contradicción de emociones en un momento donde afloran a una magnitud que la empatía por el sufrimiento ajeno puede verse opacada por el propio sentir y bienestar.

    Por ello la aceptación juega un rol relevante pues dentro de ésta no solo se recibe al consuelo; sino también a la defunción porque la obra misma de la vida es construir la muerte” (Michel de Montaigne, 1580, p.21). La única manera de hacer permanecer a lo amado es alejarlo del olvido y traerlo de vuelta en la forma más reconfortante. Tal cual lo hizo Chocrón con su teatro y en esta obra.

Bibliografía


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