Ensayo. Lope de Vega vs Cervantes por la construcción del amor ideal

Por: Centro Literario Istak Axolotl

Hace más de quinientos años existió una época en la cual las calles de Madrid eran abarrotadas por las noches llenas de poetas, dramaturgos y novelistas de gran reconocimiento. De entre todos ellos era natural que surgiera una que otra enemistad. En una esquina estaban Góngora y Quevedo luchando por la cantidad de cultismos que debía tener la poesía. Y en otra punta, quizá hasta en otro bar, estaban Cervantes y Lope de Vega luchando por la única definición de amor que debía ser aceptada en el arte escrito. 

    Estas encarnecidas batallas literarias llevaron a ser lo que hoy una de las mayores figuras referentes de dos siglos de arte para un país. Por un lado, tenemos a Cervantes a quien hemos retomado en otros escritos. El llamado manco de Lepanto tenía una forma muy peculiar de idealizar el amor, un amor reflejado en algunas obras y entremeses, respaldada en un caballero imaginario de nombre Don Quijote. En algunos diálogos podemos reconocer una postura de un amor idealizado lleno de construcciones poéticas y metafóricas. 

    Dulcinea del Toboso es la personificación de este ideal. El amor hacia ella es algo más parecido a una veneración que, según cervantes, sólo puedes ser entendida y explicada desde la mentalidad del amoroso. Según el autor del caballero de la triste figura, el amor perdura y es real en la mente de quien lo idealiza. La construcción de este amor lleva a los extremos del alma. Hacen a los buenos más buenos y a los malos peores. Su correspondencia es la dicha y negarse lleva a la perdición. El amor sencillo es más duradero pues la falta de interés responde a su permanencia y su gozo. Por eso los personajes simples como los pastores y aldeanos tienen el amor real, y los caballeros como Don Quijote se conforman con imaginarlo. 

Amor y deseo
son dos cosas diferentes;
que no todo lo que se ama se desea
ni todo lo que se desea se ama.

(Miguel de Cervantes, El ingenioso Hidalgo Don Quijote De La Mancha)

Es el amor creado de la inspiración sin ser terrenal ni un deseo vano, diferente al amor cortes, más elevado que el vulgar. Sin embargo, del otro lado de la mesa, Lope de Vega refuta ese pensamiento. Él con sus personajes, algunos falsos y comunes, desprecia la idea de Cervantes y quita del pedestal la idea del amor y lo maneja en los terrenos más comunes de la sociedad. Lleva incluso a mitificar la idea por un falso interés. 

    A Teodoro lo venció el interés, a Diana el rencor y  Marcela, la víctima, fue presa del temor. Todos rompen con el amor, lo arrinconan como lo menos importante y el verdadero motor de la obra se vuelve en la ambición. En otra obra, El caballero de Olmedo, Lope de Vega parece mostrar un amor, pero este se vuelve el telón de fondo de una tragedia impulsada por los celos y el rencor. Alonso e Inés, quienes representarían a los amantes como Cervantes los escribía, se vuelven parte del juego de Fabiana, personaje interesado por el dinero y los beneficios que puede adquirir con él. Al más puro estilo de Fernando de Rojas como La Celestina, Fabiana se aprovecha del amor como un conducto de paso para lograr sus más oscuros deseos. 

    Una vez más, este “bello” sentimiento se vuelve la menos importante y ese desprecio lo marcan Rodrigo y Don Fernando, los traidores de cualquier intención amorosa. Y sin perder oportunidad, el final de la obra culmina con esa idea de traición.

“Que no hay, para olvidar amor, remedio como otro nuevo amor, o tierra en medio.” (Lope de Vega)   

Con un tono satírico y burlón Lope de Vega nos lleva a un pueblo de hace varios siglos atrás, Fuente Ovejuna es, para terminar, la obra donde se culmina el entierro de un ideal de amor. Su tema principal es la venganza y la tiranía de la autoridad. 

    El amor está presente, pero la tragedia lo hace de lado. Fuente Ovejuna es una tragicomedia. La tragedia está en la muerte y la comedia es la burla del amor o la pareja ideal. Laurencia y Frondoso son la pareja dentro de la fatal idea necesaria para el desarrollo de la obra. Fernán Gomes destruye todo ideal de un caballero burgués, ensucia la escena con sus deseos vanos y mancha cualquier indicio de amor. Incluso los personajes de los campesinos retan la percepción del amor por el entorno de sus día a día. Ellos ven el interés, el engaño y la guerra en sus altos mandos y se niegan a creer que existe otra cosa. 

“Laurencia: Pues en vano es lo que ves, porque ha que me sigue un mes,
 y todo, Pascuala, en vano. 

Aquel Flores, su alcahuete, y Ortuño, aquel socarrón,
me mostraron un jubón, una sarta y un copete.
Dijéronme tantas cosas de Fernando,
su señor, que me pusieron temor;
mas no serán poderosas para contrastar mi pecho.”

(Lope de Vega, Fuente Ovejuna)

 

Los personajes de las mujeres tienden a romper con la tradición de la frágil, incluso es Laurencia quien termina por ser el personaje motor de la obra. De hecho, su boda es opacada por la maldad del comendador. Una señal clave que hace el autor para decirnos que el amor no es el tema principal. En las mismas circunstancias cada vez que un momento romántico se da en el escenario, es abruptamente interrumpido por la violencia y la crueldad. Existen dos tipos de amor, expresado en la obra de dos excelentes autores y rivales. 

    El amor romántico: configurado por la pasión y el ideal de divinización, impulsado por la atracción y el compromiso con la figura amada. Y el amor Vacío: formado por una relación interesada, sin pasión, compromiso o intimidad. A veces está concentrado en los impulsos más mundanos y convenientes. 

    Solemos ser guiados un poco por los dos como si existiese una quimera de las dos posturas. No somos un romántico empedernido, pero tampoco nos conducimos por el impulso del interés definida en una reacción química que lleva a las personas a procrear. Si el amor es real o no, probablemente no lo encuentres tan fácilmente.

    Una condena, una oportunidad o un elemento de la perdida de razón. No nos atreveríamos a definir algo tan subjetivo de lo que depende el valor de muchas vidas. Pero jamás se debe negar su importancia para el arte, para la emotividad de un personaje y el fin de un poema. No por nada fue un punto de quiebre entre las dos mentes más grandes del siglo de oro español

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