Ensayo. Yerma, una idea en extinción

 Por: Centro Literario Istak Axolotl

De entre todo el paisaje moral de Yerma resalta el tema más sensible y comentado de nuestros tiempos. El valor de la mujer medido por los factores externos de su individualidad, factores como; la capacidad de procrear, la calidad de una vida en pareja y las acciones cargadas por su estirpe. 

    Yerma y su moral encerrada en otras pequeñas morales radicalmente diferentes a la suya son visiones del mundo que hoy en día, a medio siglo de distancia, parecen desaparecer de las sociedades actuales, pero es fácil imaginar a Yerma en nuestro contexto, probablemente sería una mujer en contra del aborto, a favor de la vida o una de nuestras tías activistas de Facebook. 

    Pero pensar que una joven de este siglo pudiera sentirse menos por el hecho de no poder reproducirse y que sea juzgada por otras jóvenes igual a ella, suena trillado. Es por eso que cada uno de los personajes pueden ser utilizados como ejemplo de algo ya demasiado escuchado al día de hoy y relativamente futurista para los espectadores de García Lorca. Yerma es una obra sin tiempo. Válida para cualquier momento de la vida humana, pero con menos sentido cada vez. 

    La mentalidad de la protagonista resulta ambigua en cuanto al hecho que tanto desea. Quiere tener un hijo, pero no le agrada que Juan la toque. Parece atrapada entre su anhelo y su incomodidad. Incomodidad que puede explicarse si pensamos que Yerma es estéril. Es entonces donde parte la premisa de Yerma como un personaje sin sentido para los lectores del siglo 21. 

  Si separamos a cada personaje del resto de la obra, bastaría para entender el punto que trató de explicar. En el presente cada vez es más frecuente encontrar personas que no planean en un futuro inmediato formar una familia. Incluso es común saber de relaciones de pareja que duran más en el noviazgo por esa indiferencia al matrimonio. Juan parece a verse casado con la esperanza de conocer a su esposa en el camino, pero es algo contradictorio pensar que a la mitad del siglo xx a un hombre no le importara tener hijos. 

    De la misma forma, Víctor es el hombre imposible de Yerma, la pareja con las podríamos creer todo hubiera sido diferente. Pero Víctor es un joven visionario que en lo último que piensa es en casarse. Tiene sueños ambiciones y sin importar las injurias del pueblo, él no se detiene a preocuparse por ello. Es un personaje distinto con un interés por Yerma originado por un recuerdo sin mucho valor para él. 

    Otro personaje que vale la pena resaltar es el de María, una de los primeros personajes que aparecen en la obra, la mujer que a pesar de tener un hijo y un esposo no era dichosa. En 1934 quizá fuera una reacción alarmante en una mujer de pueblo. Quizá suena gracioso la manera en que habla de la maternidad para un público de este año, pero en aquel entonces probablemente alguna de las mujeres del público se sintió ofendida por ese personaje.

    Antes de hablar de Yerma existe un personaje momentáneo que representa todo lo contrario a lo que la protagonista fue construyendo desde el inicio. Es una joven de 19 años que es consciente de su matrimonio forzado, ella no quería casarse y como ninguna joven del pueblo hacia todo lo posible por evitar embarazarse. Ella explica que el tener un hijo resultaba impensable para su edad, tenía una ilusión, viajar y vivir antes de atarse a una familia y una responsabilidad. Una idea demasiado común hoy día, pero hace 80 años era el motivo suficiente para señalarla como “La loca del pueblo”. 

    Al final, Yerma. Una mujer difícil con un deseo incumplido y una estabilidad emocional bastante desconfiable. Una actitud bastante desesperante si se lo preguntan a un joven de 18 años del año 2018. La moral de Yerma está rodeada por otras morales muy distintas. Existían mentalidades radicales como las de las hermanas de Juan y otras más libres como una de las lavanderas. Parecía estar en medio y a la vez en contra de todas ellas. 

    Era una mujer acomplejada por su problema, problema que la llevaba a pensar que no valía como mujer. Estaba encadenada a los comportamientos de las mujeres de su pasado quienes servían a sus maridos y eran fieles a sus relaciones. Todo esto no le permitía encontrar algo de felicidad en su vida como esposa. Contantemente era arrastrada por su deseo a extremos de locura y alucinaciones que la alejaban más de su esposo. Era tanta su desesperación que, al perder a su esposo, en vez de dimensionar el asesinato de su marido, ve en él la última oportunidad de tener un hijo a quien, evidentemente, no podría concebir. 

    Y al lograr separar a Yerma del contexto de la obra, es sencillo darse cuenta que el problema de la tragedia es totalmente de ella. Y es ella la que hace a los problemas y mientras más años dura sin tener hijos, más se hunde en ellos. 

    El tema, los personajes, el conflicto y las peripecias que llevan a la obra a su conclusión, son elementos que no sobreviven al tiempo. La obra tiene más de 80 años y el objetivo que en un principio Lorca planteó, hoy en día ya no es el mismo que percibimos. El tiempo ha barrido con los personajes, el efecto de lo nuevo y extravagante ahora se vuelve lo más común en la obra y lo clásico y común en 1937 es lo extraño y fuera de lo normal en el presente.

    El sentimiento natural de la mujer por ser madre sigue siendo familiar para muchos, sin embargo, no es una necesidad ni una medida cuantificable para el valor de una mujer. Nuestra sociedad está en movimiento, muchos de los roles establecidos en el pasado ya no tienen vigencia y una ideología arraigada al hecho de la fertilidad y el sexo para reproducir se vuelve anticuada y poco a poco se desvanece y queda en el pasado. Como un mito o una lejana realidad que nos llega por los protagonistas de esas emociones. 

 


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