Cuento. El peón de la libertad
Desde que tengo memoria,
hace muchos años, me levanté del suelo de ajedrez. Soy un peón guerrero de los
más legendarios. Llevo bastante tiempo en la insurgencia. Incluso ahora, libro
una batalla iracunda contra los enemigos. Audaz, actúo con valentía con tal de
defender a la reina negra. Durante la lucha he cometido varios homicidios. Me
ha tocado degollar alfiles y jinetes blancos con azarosa gravedad. Por lo
demás, descubro que mi destino es un poco curioso. En el instante, yo sigo con
vida extrañamente y precisamente yo hago la diferencia en esta guerra civil.
Por lo valioso, soy la ventaja de mi legión negra. Siempre me muevo con sigilo
entre cada casilla de cristal. El peligro es que la reina blanca es muy fuerte.
Ella tiene la mejor posición en su campo imperial. Por tal motivo, todavía no puedo
asediarla, porque sé que me vencería con facilidad. Está de frente a mí. Por lo
cual; debo ser fuerte y debo resistir hasta el final, así quizá sea el salvador
de esta barbarie.
Ya
de repente, se rompe el espacio compacto. Los centros se separan como agujeros.
Mientras, yo subo con coraje de camino al castillo maligno. Al día de hoy los
libertarios vamos unidos por la victoria. En efecto, queremos acabar con el
terror. Nos duele el ver tantas muertes. Por eso como héroes vamos con las
torres a conquistar el reino blanco. El rey nos acompaña con cautela. Juntos,
corremos de marcha por la justicia humana. Añoramos un mundo nuevo. Más si al
declive del sol ganamos, nuestros compatriotas por fin dejaran de ser esclavos
y ellos volverán entonces a nuestro país. Todo esto tan revolucionario lo
inspiramos, para luego irnos a rescatar la otra nación igual de humilde a
nuestro pueblo. Y rebelde por mi ideología; yo sigo peleando en pie de ataque.
Ahora sin temor, combato contra un peón adversario. Sufro un poco sus arremetidas.
Es duro estar vivo en este tablero de indecencia. Sobre el furor, hiere mi
brazo con su daga. Menos mal, lo cojo de la cabeza. Se siente angustiado. Acto
seguido, le destrozo la garganta. Por ser cruel, lo acabo de matar a punta de
cuchilladas. Era un terrorista de los racistas. Tras la acción, veo como él
empieza a desangrarse horriblemente, cayendo despacio a un costado mío. Me
acostumbré además a subsistir, entre cualquier cantidad de cadáveres esparcidos,
por los diferentes cuadros. En verdad, son muchos los gladiadores quienes han
agonizado durante esta inmunda matanza.
Ante
mi ruda destreza, por aquí dejo al soldado rezagado. Desde lo lógico, sé que
como misión tengo que convertirme, por lo menos en un digno caballero. Por eso
yo no retrocedo. Esto causal, para gestar bien pronto la independencia social.
Al tanto, voy para arriba siendo sigiloso. De paso como prosigo, resurge la
hecatombe tan arrasadora, sólo hay mortandad. Sobre lo colosal, me debato entre
los espectros y la supervivencia. Así de dual, evidencio este ambiente. De
resto, yo consigo ya avizorar el futuro cual tendré que encauzarlo. Para lo
certero, parece venirse encima el acabose de esta masacre sin restricciones.
Por ahí, quedan algunos enfermos moribundos. Aún ellos, siguen de brutos
soportando nuestra arremetida, guerreada contra la dama aria. Pero ninguno nos
podrá aguantar por más de cinco minutos.
Rusvelt Julián Nivia Castellanos. 24 de septiembre de 1986 de Ibagué - Tolima – Colombia. Comunicador social y periodista por Universidad del Tolima. Tallerista en el taller de cuento; Hugo Ruiz Rojas, Universidad del Tolima, además asiste al taller de Relata, Escribarte, Ibagué.
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