Cuento. El valle de la luna
Por: Fernando Grossi
-Fer,
nunca estuve con alguien como vos… noble, contenedor, inteligente y sensible.
Me miró
con sus ojos de un sepia otoñal; estábamos sentados sobre una piedra baja, una
de las muchas piedras fantásticas que se desparraman sobre el Valle de la Luna,
en la provincia de San Juan. Le dije yo:
-Mi
amor… estar con vos, así, y en éste lugar… es lo que siempre soñé.
Melia salió del negocio de regalos cerrando
la puerta con mucha más violencia de la necesaria; estaba realmente enojada.
-Esto
no era en lo que habíamos quedado.
-Pero
Melia… entendeme. No puedo comprar todo lo que quisiera. Hay que pagar el gas,
la luz, las expensas, el tratamiento de conducto de Sofi.
-Para
otras cosas sí te alcanza la plata.
-¿Para
qué, por ejemplo?
Se
paró y me miró con indignación.
-¿Querés
que te lo diga, acá, en el medio de la calle? Para ir a jugar al golf con tus
amigos, por ejemplo.
-Hace
como dos meses que no voy.
-Dejemos
que el colectivo se vaya. Nos quedamos acá, toda la noche, los dos solos, en
éste lugar fantástico. Mañana a la mañana ya vendrán otros turistas.
-Estás
loco, Fer. Vamos a comer y dormir al
hotel. Mañana podemos volver.
-¿No
te animás? Bueno, cucuruchito. Como vos quieras.
-No
me digas cucuruchito, sino me siento que soy un helado, que soy fría.
-Vos
sos un helado de fuego.
-Para
vos es más importante jugar al golf que que yo vaya a la peluquería.
-Si
estás hermosa. ¿No fuiste hace poco a la peluquería?
-Hace
poco es un mes y medio.
-Y
andá, si nadie te lo prohíbe. Pero no lesiones nuestra relación por una pavada.
La plata va y viene.
-¿Así
que soy yo la que lesiona nuestra relación?
Se
hizo una larga e incómoda pausa.
-No
sé… ¿porqué lo decís?
-Vos
sabrás.
-¿Otra
vez vamos a volver con el tema aquel?
-¿Y
a vos te parece que no es importante? ¿Que yo me lo voy a olvidar así nomás?
Una infidelidad no es ir al almacén a comprar fideos.
-Ya
te aclaré que esas dos histéricas prácticamente me forzaron.
-No
podés ser tan cínico y caradura. Dejá de hablar, por favor. Volvamos a casa que
Sofi está sola. Comemos algo y nos vamos
a dormir. En otro momento continuaremos ésta discusión.
Subimos al micro de miniturismo. Volvimos al
hotel mirando los hermosos paisajes sanjuaninos, riéndonos y hablando de muchas
cosas.
A la
noche cenamos con otra pareja del tour. El pollo al verdeo con papas españolas
estaba delicioso. Lo acompañamos con un vino blanco de buena cosecha.
-¿El
vino blanco no va más con el pescado? –dijo Melia.
-Así
dicen…. pero éste igual acompaña muy bien –dijo el muchacho.
-¿Ustedes
también están de luna de miel? –les pregunté.
-No,
nosotros ya tenemos cinco años de casados –dijo el muchacho, - pero seguimos
muy enamorados, más que el primer día –se miraron y se besaron.
-Eso
es lo más lindo –dijo Melia, –uno se
casa con esa ilusión. Pero bueno, la gente habla tanto del desgaste, de la
meseta, la rutina. Yo también, hoy por hoy digo que haber conocido a Fer es lo
más maravilloso que me pudo haber pasado.
-Y
yo a ella –dije yo.
-Van
a ser muy felices –dijo ella, una mujer con una enigmática mirada y labios
delgados. –Tienen lo que toda pareja necesita para un inicio promisorio: la
pasión.
-Vos
no sos el mismo. Vos cambiaste.
-Meli,
todos cambiamos. ¿No sabés que no se
puede tomar agua dos veces del mismo río? La persona cambió, el río cambió.
Hablábamos acostados en nuestra cama.
-No
te hagas el filósofo repitiendo frasecitas que leíste en el facebook. Vos
cambiaste para mal. Yo, en cambio, si
vos no hubieras cambiado tanto, te
seguiría amando con el mismo amor de siempre.
-No
prolonguemos una discusión estéril. Dejame leer un ratito antes de dormir que
mañana me tengo que levantar a las ocho.
-¿Qué
estás leyendo?
-Sartre;
El ser y la nada.
De pronto Melia me arrebató el libro de las
manos.
-Las aventuras de Sherlock Holmes. ¿Para
qué me mentís?
-Era
una broma, para ver que decías… ya te iba a decir la verdad.
Melia
suspiró profundamente.
-Tal
vez cuando cumplimos los doce años debimos volver al Valle de Luna. Yo creo que
así nuestro amor se hubiera sellado. Yo te lo pedí… pero preferiste ir a cagarnos
de frío a Puerto Pirámides. Después de eso vos empezaste a despatarrarte.
-No
te pongas mística y supersticiosa. Pasó lo que tenía que pasar. Y yo todavía te
quiero. Acá estamos, juntos, como siempre. Además el viaje al sur fue genial.
-No
sé. Tengo ganas de llorar. No puedo manejar todo ésto.
-Tenés
un mal día, Meli. Vamos a surfear ésta ola, vas a ver. Teikirisi.
Fernando se bajó del taxi en la banquina de pescadores. Fue hasta la escollera sur y empezó a caminar hasta la punta.En su casa Melia pasaba los canales y encontró una película que estaba empezando, con Nicholas Cage. Ya la había visto dos veces pero le dieron ganas de verla de nuevo.
Contacto: fergrossi70@gmail.com
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