Cuento. No te marches sin decir adiós

 Por: Helly Raven



Ana destroza todo a su paso. Se encierra en el baño, sola, sintiéndose más miserable que nunca. Prisionera de las palabras que no puede decir y de las que sí puede escuchar. En un hogar que no es el suyo y donde su opinión vale menos que la del perro. Se acerca al espejo, se frota molesta los ojos para impedir que broten las lágrimas, la impotencia es el peor de los castigos. Piensa en su casa, en sus padres y en la ironía de haberse marchado para ser libre... ¿allí?

Echa al suelo los frascos sobre la repisa, arranca las toallas de su soporte, desprende parte de la cortina, y, aunque sabe que no es más que una rabieta tonta, que tendrá que recoger todo luego, no puede evitar la satisfacción de haber destruido el orden imperante. Se sienta, la espalda apoyada en la pared fría. Comienza a despojarse de los anillos, se arranca las pulseras. Hasta que sus manos tocan el collar con su dije en forma de guitarra eléctrica, por unos segundos no sabe qué hacer, pero finalmente, también lo tira con furia al suelo, junto al revoltijo que ya ha hecho.

—Estúpida, tonta, idiota... —se insulta en murmullos. Deseando tener cerca una cuchilla, un vidrio roto, algo que la ayude a hacerse todo el daño que querría hacerle a los demás.

Fija la vista en la superficie de azulejos. En las toallas... ¡Qué fácil sería!

Se pone en pie, toma una, la ata a la llave de la ducha. Sabe que no se necesita más que un pequeño espacio entre sus nalgas y el suelo para que la presión de la tela sobre su cuello la sofoque hasta que todo termine. Se decide con un encogimiento de hombros. ¿Quién va a extrañarla?

Un nudo fuerte y se deja caer lentamente.

—¿Te marchas así, princesa? —la voz viene de su mente que comienza a obnubilarse con la falta de aire, pero es su voz.

La mirada corre sola hacia la pequeña guitarra abandonada. Una réplica casi perfecta de la que él siempre lleva, de su favorita. Esa con la que hace maravillas, con la que la ayuda a soñar.

—¿Te vas sin despedirte? ¿Sin conocerme siquiera? ¿Sin decirme lo que piensas? —es ridículo escuchar a alguien de ese modo, como a un fantasma. Alguien que aún no ha muerto. Quiere reírse de su propia locura, pero la tela le corta cada vez más la respiración.

Puede que alucine, pero lo siente ahí, junto a ella, sujetándole el cuerpo para evitar que caiga y termine ahorcada en serio.

—De pie, Ana... ¡¡¡ahora!!! —y ella obedece. Sin fuerza apenas, pero consiente de que sus órdenes no son replicables.

Con mucho esfuerzo se levanta, desata el nudo que le oprime la garganta y comienza a toser, sujetándose del lavamanos. Cuando intenta rescatar el collar el mareo la vence y acaba de rodillas, abrazada a su talismán, llorando las lágrimas que le quemaban el pecho. Las que no había dejado escapar en días. Las que se llevan el recuerdo de su alocado intento de dejar de existir.

—No me voy a ir. No sin agradecerte... No lo haré... Lo prometo —murmura entre sollozos, sonriente.


En algún lugar de la diáspora, él toma su guitarra y sale al escenario. Con un torbellino de luces y sombras en la mente. Con la certeza de que alguien, allá afuera, vive por su causa. 




Mi nombre es Helly, tengo 27 años, soy cubana y escritora autodidacta. Graduada de Veterinaria. He participado en varios concursos literarios a nivel nacional, sin recibir galardón en ninguno, por desgracia. Hasta el momento mis historias solo están publicadas en Wattpad, un relato corto en el blog de Míster Floser y una colaboración con el podcast La Casa Embrujada de Twitter. Además colaboro también con unarevista online de rock, de nombre Opia Magazine.

 

Correo electrónico: gunneraven@gmail.com


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